Santa Catalina de Alejandría, mártir del siglo IV, era venerada por su valentía heroica en el martirio y por su singular sabiduría femenina. En la liturgia carmelitana se celebraba su fiesta el 25 de noviembre.
¡Oh gran amadora
del Eterno Dios;
estrella luciente,
amparadnos vos!
Desde tierna edad
tomastes Esposo;
fue tanto el amor,
que no os dio reposo.
Quien es temeroso,
no se llegue a vos,
si estima la vida
y el morir por vos.
Mirad los cobardes
aquesta doncella,
que no estima el oro
ni verse tan bella:
metida en la guerra
de persecución,
para padecer
con gran corazón.
Más pena le da
vivir sin su Esposo,
y así en los tormentos
hallaba reposo:
todo le es gozoso,
querría ya morir,
pues que con la vida
no puede vivir.
Las que pretendemos
gozar de su gozo,
nunca nos cansemos,
por hallar reposo.
¡Oh engaño engañoso,
y qué sin amor,
es querer sanar,
viviendo el dolor!