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Formación humanística

Teresa de Ávila

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1. Aún siendo ciudadana del siglo de oro, Teresa no tuvo formación humanística propiamente dicha. Ésta se reservaba para el grupo selecto de las 'puellae doctae' de alta clase social. Consistía, sobre todo, en el estudio de 'las buenas letras', las lenguas clásicas (griego y latín) y la pericia en ciertas artes, como la poesía, la música o la pintura. Ni Luis Vives en su De institutione feminae christianae, ni más tarde fray Luis de León en La perfecta casada hacen alusión a ese aspecto en la formación de la mujer. Sin embargo, sí se tenía relativamente presente en ciertas familias acomodadas. En el ambiente castellano, ese parcial complemento educativo es patente, por ejemplo, en el caso de Teresa y de su amiga doña Juana Dantisco, madre de Jerónimo Gracián. En Teresa no parece que mediase iniciación alguna en las letras clásicas. Nos preguntamos únicamente hasta qué punto tuvo ella una iniciación en las tres artes arriba mencionadas.

2. Iniciación de Teresa en la poética. – Aludiremos más adelante a la producción poética de la Santa. No muy copiosa, pero bastante variada en cuanto a calidad, variedad estrófica y argumentos poéticos. Quizás el dato más relevante sea su afición a las coplas de corte popular y de destino musicable. En el período de las Navidades intercambia esas 'coplillas' no sólo con las monjas de sus Carmelos sino con fray Juan de la Cruz (ahí va 'un cantarcillo a fray Juan de la Cruz': cta 171, Navidades de 1576). Incluso compone uno de sus poemas místicos en concurrencia con el Santo, sobre la base de la misma experiencia mística de ambos y glosando el mismo estribillo 'vivo sin vivir en mí'. Con toda seguridad los conocimientos poéticosde la Santa no proceden de una previa formación académica sino de su inserción en la vida y el alma populares, compartiendo los cantos, las coplas y el teatrillo de la calle. Ella los trasladó espontáneamente a la vida religiosa en su doble manifestación, personal y comunitaria: con una serie de poemas celebra la fiesta interior de su experiencia mística; otros los compone para celebrar las fiestas de la comunidad: villancicos para Navidad, coplas para la profesión de las monjas, cantarcillos para la fiesta de los Santos. Ambas series demuestran que la poética teresiana no tiene procedencia culta, sino popular. Lo cual no obsta para que algunas de sus composiciones sean piezas maestras.

3. Más allá del influjo popular, es posible que en su obra poética influyera la frecuente lectura de ciertos salmos, verdaderos poemas hebraicos. De hecho, Teresa es consciente de no ser poeta, pero se apercibe a la vez de que, como al autor de esos salmos, la poesía le brota en los momentos de fuerte presión mística: yo sé persona [ella misma] que, con no ser poeta, le acaecía hacer de presto coplas muy sentidas, declarando su pena bien, no hechas de su entendimiento, sino que para más gozar la gloria que tan sabrosa pena le daba, se quejaba de ella a su Dios. Todo su cuerpo y alma querría se despedazase para mostrar el gozo que con esta pena siente (Vida 16,4). Lo escribe glosando lo del salmisma: esto me parece debía sentir el admirable espíritu del real profeta David cuando tañía y cantaba con el arpa en alabanzas de Dios. Cuando escribía así, aún no conocía ni a fray Juan de la Cruz ni sus poesías. Ella sí había compuesto ya su poema 'Oh hermosura que excedéis...'

4. Su gusto por la pintura. Se ha insistido en emparentar a la Santa con los pinceles del Greco, o bien en relacionar a la una con el otro. Con todo y a pesar de coincidencias cronológicas y toledanas, Teresa no vivió esa coyuntura ni el Greco sufrió el impacto de sus escenificaciones místicas, aunque es posible que leyese sus obras hacia el final de sus días. Ella, en cambio, tuvo una iniciación modestísima en el aprendizaje del bordado. Ignoramos desde cuándo, pues carecemos de informaciones concretas. Sólo podemos enumerar unos hechos aislados, que atestiguan su progresiva sensibilidad pictórica: a/ de su habilidad en el bordado nos quedan aun hoy algunas muestras delicadas:en el Carmelo de Medina se ostentan un terno y unos corporales bordados por ella con primor; en la Encarnación de Ávila se conserva igualmente una toalla bordada para el lavatorio de los pies el Viernes Santo. b/ Su aprecio por la buena pintura lo testifican los cuadros realizados por iniciativa suya en las ermitas de San José, o en la Encarnación, o los dos modestos óleos adquiridos para el altar de Toledo invirtiendo en ellos todo el capital de que dispone el grupo de fundadoras, o el óleo realizado bajo su dirección en Salamanca según refiere su biógrafo Ribera (I, c. 11, p. 88). c/ En el carromato de sus viajes llevaba consigo un precioso tríptico del Resucitado, con ojos tiernos y manos extendidas dando la paz, del que todavía quedan dos ejemplares, uno en el Carmelo de Toledo y otro en el de Burgos. d/ Conocemos alguna de las estampas que Teresa tenía en su breviario. Escribe Ribera: «Yo he visto dos pequeñas imágenes que la Santa Madre traía consigo, una del Señor resucitado y otra de nuestra Señora» (ib). Y al margen de ese texto anota Gracián: «Esta imagen, con otras dos, del Padre Eterno y Espíritu Santo, que ella traía en su breviario, porque eran del tamaño de una estampica, me dio a mí la misma Madre… La de Cristo… parecía en los ojos a la Verónica que está en Jaén». La del Espíritu Santo lo representaba en forma de un joven envuelto en llamas hasta la cintura, imagen que tuvo difusión e historia aventurosa hasta que en el siglo XVIII el Papa Benedicto XIV prohibió su reproducción por no fundarse ni en la Biblia ni en la tradición cristiana. e/ En su breviario llevaba además la Santa otra estampa simbólica, de origen italiano, que representaba a Jesús niño entronizado dentro de un corazón humano, y que todavía se conserva en el Carmelo de Tarazona. f/ En el capítulo 14 de las Fundaciones expone su gran admiración por una imagen, traída de Flandes, que yo no he visto en mi vida ... cosa mejor (n. 9), colocada en un retablo grande en la iglesia de Mancera: probablemente no era una pintura sino una escultura. No es el único caso de su admiración por el arte flamenco. Lo singular en el gusto pictórico de la Santa es que su afición a las imágenes se simultanea con lo profundo de su experiencia mística. Con todo, en su gusto pictórico prevalece el aspecto religioso sobre el valor estético de las pinturas.

5. El problema de la música. – La música y el canto son un verdadero problema en el caso de Teresa, que desde elcomienzo de su vida religiosa hubo de consagrar largas horas al entrenamiento en el canto coral, sin obtener grandes resultados. En la Encarnación lo prescribían taxativamente las Constituciones. En el convento había monjas músicas de profesión. Todavía quedan en el museo del monasterio restos de los cantorales de entonces, así como un excelente órgano de la época. Teresa resume su caso en una pincelada: sabía mal cantar!

6. Nos quedan numerosos testimonios de su recurso a los cantos festivos en la vida comunitaria extralitúrgica. Buen índice de ello es el impacto que le produce sor Isabel de Jesús (Jimena) en la recreación de un día de Pascua (1571), al entonar un cantarcillo de cómo era recio de sufrir vivir sin Dios (Rel 15): era el canto del Véante mis ojos. Al parecer, en diversas ocasiones le pidió la Santa que se lo cantase de nuevo. Es sintomático que el tema del canto se convirtió para ella en un símbolo doctrinal. Escribiendo sobre el daño del 'punto de honra' en la vida espiritual, lo presenta como uno de sus tópicos: Muchas veces lo digo, que por poco que sea el punto de honra, es como el canto de órgano, que un punto o compás que se yerre, disuena toda la música (Vida 31,21; y cf. 22,12). De hecho, la música popular fue uno de los elementos introducidos por Teresa en sus Carmelos para fomentar la alegría de la recreación.

Con todo, el verdadero problema de la Santa surge en la opción por el canto litúrgico. Problema complicado, que ya no cabe en la presente ficha.

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Santa Teresa de Jesús

Santa Teresa de Jesús nace en Ávila un 28 de marzo de 1515, siembra nuevos Carmelos por los caminos de España, vive una experiencia mística plena, que luego transmite en múltiples escritos y un nutrido epistolario. Doctrina y magisterio que avalará la Iglesia incluyéndola en el Catálogo de sus Santos y otorgándole, pro vez primera a una mujer, el título de Doctora.

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