• Skip to primary navigation
  • Skip to main content
  • Skip to footer
  • Descubre Grupo Fonte
  • MONTE CARMELOLeer
  • EDELeer
  • CIPEMeditar
  • IEDEstudiar
  • REVISTASDivulgar
  • EVANGELIO ORADOEscuchar
  • ¿Quiénes Somos?
  • Buscador
  • Enlaces
  • Contacto

Carta 182

Teresa de Ávila

Website "muy peculiar" del mundo teresiano

  • La obra y sus
    manuscritos
  • Santa Teresa
    en 100 fichas
  • Diccionario
    teresiano
10 febrero 1577 (Toledo)
A don Lorenzo de Cepeda

Lorenzo continúa enviando regalos y golosinas: y sometiendo a la Santa sus problemas de conciencia. Además ha leído ya la humorística crítica de ésta a «las respuestas» del torneo literario espiritual («Vejamen»), que no han sido acogidas de buen grado por Salcedo. Del lado opuesto, la Santa ha tenido una grave crisis de salud, por exceso de trabajo. Los doctores le han prohibido escribir de su propia mano. Y ella teme que Lorenzo se alarme. Por tanto «responde» y «desdramatiza».

1. Jesús sea con vuestra merced. Ya estuve buena de la flaqueza del otro día1, y después, pareciéndome que tenía mucha cólera, con miedo de estar con ocasión la cuaresma para no ayunar, tomé una purga, y aquel día fueron tantas las cartas y negocios, que estuve escribiendo hasta las dos, e hízome tanto daño a la cabeza, que creo ha de ser para provecho; porque me ha mandado el doctor que no escriba jamás sino hasta las doce, y algunas veces no de mi letra.
2. Y, cierto, ha sido el trabajo excesivo en este caso este invierno, y tengo harta culpa, que por no me estorbar la mañana lo pagaba el dormir, y como era después el escribir del vómito, todo se juntaba2. Aunque este día de esta purga ha sido notable el mal, mas parece que voy mejorando; por eso no tenga vuestra merced pena, que mucho me regalo. Helo dicho por que, si alguna vez viere allá vuestra merced alguna carta no de mi letra y las suyas más breves, sepa ser ésta la ocasión3.
3. Harto me regalo cuanto puedo y heme enojado de lo que me envió, que más quiero que lo coma vuestra merced, que cosas dulces no son para mí, aunque he comido de esto y lo comeré; mas no lo haga otra vez, que me enojaré mucho: ¿no basta que no le regalo en nada?
4. Yo no sé qué «paternostres» son esos que dice toma de disciplina, que yo nunca tal dije. Torne a leer mi carta y verálo4; y no tome más de lo que allí dice, en ninguna manera, salvo que sean dos veces en la semana; y en cuaresma se pondrá un día en la semana el cilicio, a condición que si viere le hace mal se lo quite, que como es tan sanguíneo témole mucho, y por ser malo para la vista tomar mucha disciplina no le consiento más, y aun porque es más penitencia darse tan tasadamente después de comenzado, que es quebrar la voluntad. Hame de decir si se siente mal con el cilicio, de que se le ponga 5.
5. Esa oración de sosiego que dice, es oración de quietud, de lo que está en ese librillo6. En lo de esos movimientos sensuales, para probarlo todo, se lo dije, que bien veo no hace al caso, y que es lo mejor no hacer caso de ellos. Una vez me dijo un gran letrado que había venido a él un hombre afligidísimo, que cada vez que comulgaba venía en una torpeza grande (más que eso mucho), y que le habían mandado que no comulgase sino de año a año, por ser de obligación. Y este letrado, aunque no era espiritual, entendió la flaqueza, y díjole que no hiciese caso de ello, que comulgase de ocho a ocho días, y como perdió el miedo, quitósele. Así que no haga vuestra merced caso de eso.
6. Cualquiera cosa puede hablar con Julián de Avila, que es muy bueno7. Díceme que se va con vuestra merced, y yo me huelgo. Véale vuestra merced algunas veces, y cuando le quisiere hacer alguna gracia, puede por limosna, que es muy pobre y harto desasido de riquezas, a mi parecer, que es de los buenos clérigos que hay ahí, y bien es tener conversaciones semejantes, que no ha de ser todo oración.
7. En el dormir vuestra merced, digo y aun mando que no sean menos de seis horas. Mire que es menester los que hemos ya edad llevar estos cuerpos para que no derruequen el espíritu, que es terrible trabajo. No puede creer el disgusto que me da estos días, que ni yo oso rezar ni leer, aunque, como digo, estoy ya mejor; mas quedaré escarmentada, yo se lo digo. Y así haga lo que le mandan, que con eso cumple con Dios. ¡Qué bobo es, que piensa que es esa oración como la que a mí no me dejaba dormir! No tiene que ver, que harto más hacía yo para dormir que por estar despierta.
8. Por cierto, que me hace alabar harto a nuestro Señor las mercedes que le hace, y con los efectos que queda. Aquí verá cuán grande es, pues le deja con virtudes que no acabara de alcanzarlas con mucho ejercicio. Sepa que no está la flaqueza de la cabeza en comer ni en beber; haga lo que le digo. Harta merced me hace nuestro Señor en darle tanta salud. Plega a Su Majestad que sea muchos años, para que la gaste en su servicio.
9. Este temor que dice, entiendo cierto debe ser que el espíritu entiende siente el mal espíritu, y aunque con los ojos corporales no lo vea, débele de ver el alma, o sentir. Tenga agua bendita junto a si, que no hay cosa con que más huya. Esto me ha aprovechado muchas veces a mí8. Algunas no paraba en solo miedo, que me atormentaba mucho; esto para sí solo. Mas, si no le acierta a dar el agua bendita, no huye, y así es menester echarla alrededor.
10. No piense le hace Dios poca merced en dormir tan bien, que sepa es muy grande; y torno a decir que no procure que se le quite el sueño, que ya no es tiempo de eso.
11. Mucha caridad me parece querer tomar los trabajos y dar los regalos, y harta merced de Dios que pueda aun pensar en hacerlo. Mas, por otra parte, es mucha bobería y poca humildad que piense él que podrá pasar con tener las virtudes que tiene Francisco de Salcedo o las que Dios da a vuestra merced, sin oración. Créame y deje hacer al Señor de la viña, que sabe lo que cada uno ha menester. Jamás le pedí trabajos interiores, aunque El me ha dado hartos y bien recios en esta vida. Mucho hace la condición natural y los humores para estas aflicciones. Gusto que vaya entendiendo el de ese santo 9, que querría le llevase mucho la condición.
12. Sepa que pensé lo que había de ser de la sentencia y que se había de sentir10; mas no se sufría responder en seso; y, si miró vuestra merced, no dejé de loar algo de lo que dijo; y a la respuesta de vuestra merced, para no mentir, no pude decir otra cosa. Yo le digo, cierto, que estaba la cabeza tal que aun eso no sé cómo se dijo, según aquel día habían cargado los negocios y cartas, que parece los junta el demonio algunas veces; y así fue la noche que me hizo mal de la purga, y fue milagro no enviar al obispo de Cartagena una carta que escribía a su madre del padre Gracián (que erré el sobrescrito y estaba ya en el pliego), que no me harto de dar gracias a Dios 11; que le escribía sobre que han andado con las monjas de Caravaca su provisor y nunca le he visto; parecía una locura; quitaron les dijesen misa. Ya esto está remediado, y lo demás creo se hará bien, que es que admita el monasterio. No puede hacer otra cosa. Iban algunas cartas de favor con las mías. ¡Mire qué bien fuera, y el haberme yo ido de aquí!
13. Todavía traemos miedo a este Tostado, que torna ahora a la Corte; encomiéndelo a Dios12. Esa carta de la priora de Sevilla lea. Yo me holgué con la que me envió de vuestra merced y con la que escribió a las hermanas, que, cierto, tiene gracia. Todas besan a vuestra merced las manos muchas veces, y se holgaron harto con ella, y mi compañera mucho, que es la de los cincuenta años, digo la que vino de Malagón con nosotros, que sale en extremo buena y es bien entendida13. Al menos, para mi regalo es el extremo que digo, porque tiene gran cuidado de mí.
14. La priora de Valladolid me escribió cómo se hacía en el negocio todo lo que se podía hacer, que estaba allá Pedro de Ahumada14. Sepa que el mercader que en ello entiende, creo lo hará bien; no tenga pena. Encomiéndemelo, y a mis niños, en especial a Francisco; deseo los tengo de ver. Bien hizo en que se fuese la moza, aunque no hubiera ocasión, que no hacen sino embarazarse cuando son tantas. A doña Juana, a Pedro Alvarez y a todos me diga siempre muchos recaudos15. Sepa que tengo harto mejor la cabeza que cuando comencé la carta; no sé si lo hace lo que me huelgo de hablar con vuestra merced.
15. Hoy ha estado acá el doctor Velázquez, que es él mi confesor16. Tratéle lo que me dice de la plata y tapicería que desea dejar, porque no querría que por no le ayudar yo, dejase de ir muy adelante en el servicio de Dios, y así en cosas no me fío de mi parecer, aunque en esto era el mismo. Dice que eso no hace ni deshace, como vuestra merced procure ver lo poco que importa y no estar asido a ello; que es razón, pues ha de casar sus hijos, tener casa como conviene. Así que ahora tenga paciencia, que siempre suele Dios traer tiempos para cumplir los buenos deseos, y así hará a vuestra merced. Dios me le guarde y haga muy santo, amén.
Son 10 de febrero.
Y yo sierva de vuestra merced,
Teresa de Jesús

1. La flaqueza del otro día: grave crisis de agotamiento que ella misma describe a continuación (nn. 9 y 12; ver las cartas 185, 1.3; 184, 5; 188, 1). Acaeció probablemente el día 6 de febrero (cf. 176, 10). — Cólera: bilis.
2. Es decir: «como el escribir era después del vómito». Se refiere al penoso vómito a que estaba sujeta desde años atrás (Cf. Vida 7, 11 y 40, 20).
3. De hecho, en los meses que siguen se servirá de una amanuense para despachar la correspondencia (ver cartas 185 2; 184, 5; 188, 1).
4. «Le envío este cilicio —que despierta mucho el amor—, a condición que no se le ponga después de vestido en ninguna manera, ni para dormir» (carta 177, 13).
5. Ya se lo había exigido: «escríbame como le va con esa niñería» (177, 14).
6. Ese librillo es el Camino de Perfección. Ya se lo ha indicado otras veces. Se ve que Lorenzo lo estudia y sigue sus consignas. — Sobre el tema siguiente, ver carta 177, 7 con la confidencia de que ella no tiene experiencia en ese sector.
7. Julián de Avila es el capellán del carmelo de San José.
8. El espíritu (humano)... siente el mal espíritu (diablo). Ver Vida 25, 10. Igualmente sobre la confidencia que sigue: «esto me ha aprovechado...
a mí», ver Vida caps. 31, 38, 39. — «Esto para sí solo»: reservado, confi­dencial.
9. Ese santo: el buen Francisco de Salcedo.
10. La sentencia: es el juicio humorístico emitido por la Santa en el Vejamen sobre las respuestas dadas por Francisco de Salcedo a la consigna mística: «búscate en Mí» (Cf. c. 172, 17 nota).
11. El percance de aquella noche (6 febrero) consistió en trastrocar el sobrescrito de las cartas al obispo de Cartagena (Gómez Zapata) y a la madre del P. Gracián (Juana Dantisco), ambos en Madrid: dos cartas que no han llegado a nosotros. — El negocio de Caravaca (carta 176, 10) consistía en la situación anómala de aquella fundación de la Santa (1576), «hecha con licencia del Consejo de Ordenes y mandado del rey», pero «sin licencia del Ordinario» (carta 232), aunque con la del Provincial, Angel de Salazar (c. 102, 15; 134, 3 y Fundaciones c. 27; 23, 1: 24, 3-4). A causa de ello la fundación había incurrido en las iras del Provisor de la diócesis, Andrés Hernández, quien habiendo concedido licencia para celebrar misa sólo hasta carnaval, ahora la retiraba (c. 200). — Sobre las cartas de favor enviadas a la par que las dos misivas, ver la carta 176, 10, una de las escritas la noche del
percance.
12. El Tostado: es el carmelita portugués Jerónimo Tostado, nombrado Visitador de las provincias de España por el capítulo general de Piacenza (1575). En la corte de Madrid, el Consejo Real se opuso a su comisión (1576-1577), que pasó a ejercer en Portugal. De él hablará insistentemente la Santa en el epistolario de 1576 al 1581, a veces bajo el pseudónimo de Peralta. — Torna ahora: de Portugal a Madrid: tardará en llegar a la corte (noviembre 1577), donde nuevamente se le opondrá el Consejo Real.
13. Mi compañera: Ginesa de la Concepción (Guevara), que al quedar viuda entró carmelita en Malagón (ver carta 185, 13). Es ella una de las hermanas «legas» que en los últimos años asisten amorosamente a la Santa.
14. Priora de Valladolid: su sobrina María Bautista. — El negocio, es el asunto de los dineros de Lorenzo, que quedó pendiente en la posdata de la carta 177, 20). — El mercader es Agustín de Vitoria. — Mis niños, los hijos de Lorenzo. — Pedro de Ahumada, el hermano.
15. Doña Juana, hermana menor de la Santa, ha venido por fin de Alba a Avila a entrevistarse con Lorenzo: recuérdense los celillos de su marido (c. 115, 3). — Pedro Alvarez Cimbrón, abulense amigo y asesor de Lorenzo.
16. Mi confesor: Alonso Velázquez, canónigo de Toledo y futuro obispo de Osma.

S.168  E.176  Lf.141  A.I 33  T.9

Volver
Cerrar

Footer

Santa Teresa de Jesús

Santa Teresa de Jesús nace en Ávila un 28 de marzo de 1515, siembra nuevos Carmelos por los caminos de España, vive una experiencia mística plena, que luego transmite en múltiples escritos y un nutrido epistolario. Doctrina y magisterio que avalará la Iglesia incluyéndola en el Catálogo de sus Santos y otorgándole, pro vez primera a una mujer, el título de Doctora.

Editorial Monte Carmelo Grupo Editorial Fonte
  • Paseo Empecinado, 2. 09080 Burgos (España)
  • 34-947 256 061
  • editorial@montecarmelo.com
  • www.montecarmelo.com
  • Copyright © 2021 Monte Carmelo
  • Todos los derechos reservados
  • Aviso legal
  • Política de cookies