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Carta 177

Teresa de Ávila

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    teresiano
17 enero 1577 (Toledo)
A don Lorenzo de Cepeda

Lorenzo ha escrito a la Santa pidiendo aclaraciones sobre el poema místico «Oh Hermosura que excedéis», exponiéndole sus experiencias espirituales y remitiéndole la «arquilla» de los misterios; también pide aclaraciones sobre su obligación de secreto acerca de los «papeles» contenidos en ésta. Por esas fechas, la Santa vive jornadas de intenso hervor religioso. Entra en sintonía con su hermano, le confía lo más íntimo de sus experiencias místicas, y desde ellas pasa sin tropiezos al ajetreo de los negocios pendientes: sardinas y confites, pastillas aromáticas, tejuelos de oro, libro de su Vida, un mercader gran amigo...

1. Jesús sea con vuestra merced. Ya dije en la que llevó el de Alba1, que las sardinas vinieron buenas y los confites a buen tiempo, aunque quisiera yo más se quedara vuestra merced con los mejores. Dios se lo pague. De ninguna cosa me envíe ya nada, que cuando yo lo quiera lo pediré. Mucho enhorabuena se pase a nuestro barrio. Todavía lo mire mucho esto del cuarto que digo, que si no se remedia estaba peligroso, y sí había, que ha esto mucho. Con todo se mire2.
2. Cuanto a lo del secreto de lo que me toca3, no digo que sea de manera que obligue a pecado, que soy muy enemiga de esto y podríase descuidar; basta que sepa que me dará pena. Lo de la promesa ya me había dicho mi confesor que no era válida, que me holgué harto, que me tenía con cuidado. También de la obediencia que me tiene dada le dije; que me ha parecido sin camino. Dice que bien está, mas que no sea promesa a mí ni a nadie; y así no la quiero con promesa, y aun lo demás se me hace de mal; mas por su consuelo paso por ello, a condición que no la prometa a nadie. Holgádome he que vea que le entiende fray Juan, como tiene experiencia; y aun Francisco tiene algún poco, mas no lo que Dios hace con vuestra merced. Bendito sea por siempre sin fin. Bien está con entrambos ahora 4.
3. ¡Bueno anda nuestro Señor! Paréceme que quiere mostrar su grandeza en levantar gente ruin, y con tantos favores, que no sé qué más ruin que entrambos5. Sepa que ha más de ocho días que ando de suerte que, a durarme, pudiera mal acudir a tantos negocios. Desde antes que escribiese a vuestra merced me han tornado los arrobamientos, y hame dado pena; porque es (cuando han sido algunas veces), en público, y así me ha acaecido en maitines. Ni basta resistir ni se puede disimular. Quedo tan corridísima que me querría meter no sé dónde. Harto ruego a Dios se me quite esto en público; pídaselo vuestra merced, que trae hartos inconvenientes y no me parece es más oración. Ando estos días como un borracho, en parte; al menos entiéndese bien que está el alma en buen puesto; y así, como las potencias no están libres, es penosa cosa entender en más que lo que el alma quiere.
4. Había estado antes casi ocho días que muchas veces ni un buen pensamiento no había remedio de tener, sino con una sequedad grandísima; y, en forma, me daba en parte gran gusto, porque había andado otros días antes como ahora, y es gran placer ver tan claro lo poco que podemos de nosotros. Bendito sea el que todo lo puede, amén. Harto he dicho. Lo demás no es para carta ni aun para decir. Bien es alabemos a nuestro Señor el uno por el otro; al menos, vuestra merced por mí, que no soy para darle gracias las que le debo, y así he menester mucha ayuda.
5. De lo que vuestra merced me dice que ha tenido, no sé qué le diga, que, cierto, es más de lo que entenderá y principio de mucho bien, si no lo pierde por su culpa. Ya he pasado por esa manera de oración, y suele después descansar el alma y anda a las veces entonces con algunas penitencias. En especial, si es ímpetu bien recio, no parece se puede sufrir sin emplearse el alma en hacer algo por Dios; porque es un toque que da al alma de amor, en que entenderá vuestra merced, si va creciendo, lo que dice no entiende de la copla 6; porque es una pena grande y dolor, sin saber de qué, y sabrosísima. Y aunque en hecho de verdad es herida que da el amor de Dios en el alma, no se sabe adónde ni cómo, ni si es herida ni qué es, sino siéntese ese dolor sabroso que hace quejar, y así dice:
Sin herir, dolor hacéis,
y sin dolor deshacéis
el amor de las criaturas.
6. Porque cuando de veras está tocada el alma de este amor de Dios, sin pena ninguna se quita el que se tiene a las criaturas, digo de arte que esté el alma atada a ningún amor; lo que no se hace estando sin este amor de Dios; que cualquiera cosa de las criaturas, si mucho se aman, da pena; y apartarse de ellas, muy mayor. Como se apodera Dios en el alma, vala dando señorío sobre todo lo criado, y aunque se quita aquella presencia y gusto (que es de lo que vuestra merced se queja), como si no hubiese pasado nada cuanto a estos sentidos sensuales, que quiso Dios darles parte del gozo del alma, no se quita de ella ni deja de quedar muy rica de mercedes, como se ve después, andando el tiempo, en los efectos.
7. De esas torpezas después, de que vuestra merced me da cuenta, ningún caso haga; que, aunque eso yo no lo he tenido —porque siempre me libró Dios por su bondad de esas pasiones—, entiendo debe ser que, como el deleite del alma es tan grande, hace movimiento en el natural; iráse gastando con el favor de Dios, como no haga caso de ello. Algunas personas lo han tratado conmigo7.
8. También se quitarán esos estremecimientos; porque el alma, como es novedad, espántase, y tiene bien de qué se espantar. Como sea más veces, se hará hábil para recibir mercedes. Todo lo que vuestra merced pudiere, resista esos estremecimientos y cualquier cosa exterior, por que no se haga costumbre, que antes estorba que ayuda.
9. Eso del calor que dice que siente, ni hace ni deshace, antes podrá dañar algo a la salud si fuere mucho; mas también quizá se irá quitando como los estremecimientos. Son esas cosas, a lo que yo creo, como son las complexiones; y como vuestra merced es sanguíneo, el movimiento grande de espíritu con el calor natural, que se recoge a lo superior y llega al corazón, puede causar eso; mas, como digo, no es por eso más la oración.
10. Ya creo he respondido al «quedar después como si no hubiese pasado nada»8. No sé si lo dice así san Agustín: que pasa el espíritu de Dios sin dejar señal, como la saeta, que no la deja en el aire. Ya me acuerdo que he respondido a esto; que ha sido multitud de cartas las que he tenido después que recibí las de vuestra merced, y aún tengo ahora por escribir hartas, por no haber tenido tiempo para hacer esto.
11. Otras veces queda el alma que no puede tornar en sí en muchos días, sino que parece como el sol, que los rayos dan calor y no se ve el sol; así parece el alma tiene el asiento en otro cabo, y anima al cuerpo no estando en él, porque está alguna potencia suspendida.
12. Muy bien va en el estilo que lleva de meditación, gloria a Dios; cuando no tiene quietud, digo9. No sé si he respondido a todo; que siempre torno otra vez a leer su carta, que no es poco tener tiempo, y ahora no sino a remiendos la he tornado a leer. Ni vuestra merced tome ese trabajo en tornar a leer las que me escribe. Yo jamás lo hago. Si faltaren letras, póngalas allá, que así haré yo acá a las suyas —que luego se entiende lo que quiere decir—, que es perdido tiempo sin propósito.
13. Para cuando no se pudiere bien recoger al tiempo que tiene oración, o cuando tuviere gana de hacer algo por el Señor, le envío ese cilicio, que despierta mucho el amor10; a condición que no se lo ponga después de vestido en ninguna manera, ni para dormir. Puédese sentar sobre cualquier parte, y ponerle que dé desabrimiento.
14. Yo lo hago con miedo: como es tan sanguíneo, cualquiera cosa podría alterar la sangre; sino que es tanto el contento que da (aunque sea una nadería como ésa) hacer algo por Dios cuando se está con ese amor, que no quiero lo dejemos de probar. Como pase el invierno, hará otra alguna cosilla, que no me descuido. Escríbame cómo le va con esa niñería. Yo le digo que cuando más justicias queramos hacer en nosotros, acordándonos de lo que pasó nuestro Señor, lo es. Riéndome estoy cómo él me envía confites, regalos y dineros, y yo cilicios.
15. A Aranda me encomiende11 y que eche un poco de esas pastillas en el aposento de vuestra merced, o cuando esté al brasero, que son muy sanas y puras, de descalzas, que todo lo que tienen no es curioso; aunque más mortificado quiera ser, las puede echar. Para reúmas y cabeza son bonísimas. Ese envoltorio pequeño mande vuestra merced se dé a doña María de Cepeda en la Encarnación12.
16. Sepa que está concertada de entrar en el su monasterio de Sevilla una muy buena monja, y tiene seis mil ducados sin ningún embarazo, y antes que entre ha dado unos tejuelos de oro que valen dos mil; y pone tanto en que se comience a pagar la casa de ellos, que la priora lo hace, y escríbeme que pagará ahora tres mil13. Mucho me he alegrado, que era gran carga la que tenían. En fin, como profese se pagará luego toda, y aun quizá antes. Encomiéndelo vuestra merced a Dios y déle gracias, que así acaba la obra que vuestra merced comenzó14.
17. Nuestro Padre Visitador15ha andado en los conciertos; bueno está y visitando las casas. Es cosa que espanta cuán sosegada tiene la provincia y lo que le quieren. Bien le lucen las oraciones, y la virtud y talentos que Dios le dio.
18. El sea con vuestra merced y me le guarde, que no sé acabar cuando hablo con él. Todos se le encomiendan mucho; yo a él. A Francisco de Salcedo siempre le diga mucho de mí. Tiene razón de quererle, que es santo. Muy bien me va de salud.
Hoy son diecisiete de enero.
Indigna sierva de vuestra merced,
Teresa de Jesús.
19. Al obispo envié a pedir el libro16, porque quizá se me antojará de acabarle con lo que después me ha dado el Señor, que se podría hacer otro y grande, y si el Señor quiere acertase a decir; y si no, poco se pierde.
20. Unas cosillas vinieron de Teresa en el arquilla; ahí van17. Esa bolilla es para Pedro de Ahumada, que como está mucho en la iglesia, debe haber frío en las manos. Yo no he menester ahora dineros. Nuestro Señor pague a vuestra merced el cuidado y me le guarde, amén. Bien puede encomendar a la priora de Valladolid lo de los dineros, que lo hará muy bien, que tiene un mercader gran amigo de aquella casa y mío, y buen cristiano18.

1. La carta que llevó el de Alba: perdida. Había pedido las sardinas en la carta 172, 21, del 2 de enero.
2. Alude a la casa de Peralta, comprada por Lorenzo (ver carta 172, 4). — El sentido de la frase: «esto del cuarto..., estaba peligroso; y sí había (peligro)».
3. Lo del secreto: la Santa le había pedido reserva sobre sus «papeles de oración» (cartas 115, 5; 172, 5.24) y el libro de su Vida (c. 115, 7). — Sobre la «promesa» hecha por Lorenzo y su «obediencia» a la Santa, ver la carta 172, 9. — El confesor consultado es Alonso Velázquez.
4. Entrambos: son San Juan de la Cruz y Francisco de Salcedo.
5. Entrambos: Lorenzo y la Santa. — El pasaje que sigue (nn, 3-11) es interesante para la lectura de las Moradas VI y VII, que escribirá este mismo año.
6. La copla: Lorenzo pide aclaraciones sobre la primera estrofa del poema «Oh Hermosura», que le envió la Santa en la carta 172 (2 de enero).
7. Volverá sobre el mismo tema en la carta 182, 6.
8. Le ha respondido incidentalmente en el n. 6.
9. Meditación y quietud indican aquí dos formas o grados de oración: «Muy bien la meditación..., cuando no tenga oración de quietud». Volverá sobre el tema en la carta 182, 5.
10. Véase la continuación del tema en la carta 182, 4.
11. Es Jerónima de Aranda, la doméstica de Lorenzo. — Sobre esas pastillas maravillosas decía días más tarde a María de San José: «Del anime (que le enviaron de Sevilla) también se tomó un poco —que se lo quería yo enviar a pedir— que hacen unas pastillas de ello con azúcar rosado que me hacen muy gran provecho a las reúmas» (carta 180, 10).
12. María de Cepeda, prima de la Santa, seguía enfermiza en el convento de La Encarnación de Avila.
13. Sobre esta aspirante de oro, véanse las cartas a la priora de Sevilla (175, 5; 178, 1).
14. Alude a la generosidad con que Lorenzo financió la fundación de Sevilla.
15. Jerónimo Gracián, Visitador de la «provincia» de carmelitas de Andalucía.
16. El obispo es don Alvaro de Mendoza. El libro, una copia de la Vida de la Santa, de que habló a Lorenzo en la carta 115, 7. (Lectura dudosa, quizás: «...envíe (vuestra merced) a pedir el libro»).
17. El arquilla remitida desde Avila a petición suya (carta 172, 5). A continuación, Pedro de Ahumada, hermano de la Santa.
18. Priora de Valladolid es su sobrina María Bautista. El mercader es Agustín de Vitoria, que ayudará a la Santa en la fundación de Palencia (Fundaciones 29, 9; ver la carta 179, 4, a María Bautista). — Sobre lo de los dineros, le ofrecerá nuevos datos en la carta 182, 14.

S.163  E.171  Lf.138  A.I 32  T.8

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Santa Teresa de Jesús

Santa Teresa de Jesús nace en Ávila un 28 de marzo de 1515, siembra nuevos Carmelos por los caminos de España, vive una experiencia mística plena, que luego transmite en múltiples escritos y un nutrido epistolario. Doctrina y magisterio que avalará la Iglesia incluyéndola en el Catálogo de sus Santos y otorgándole, pro vez primera a una mujer, el título de Doctora.

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